Amarte lo aprendo amandote,
cobijandote en cada rincon del pensamiento
en que me habitas.
Entre paredes humedas
y volatiles
te encuentro,
consciente o
inconscientemente
mio,
porque cada puerta lleva mil estandartes
de buena suerte,
que no conocen otro camino
que no sea el mio.
Alli me habitas,
me inundas
me vacias,
y me llenas,
y cada estampida de presencia
recobra vida cuando te encuentro.
Solo amandote viertes en mi
cada siglo de distancia que nos separa
de la vida,
y asi,
entre lugubres y armoniosos encuentros
nacen mil razones
para amarte con
consistencia
y sobrevivir
del hastio.